Esta no es mi realidad

Era un viernes como cualquier otro cuando desperté. Mi sueño se había visto interrumpido por el incesante sonido de la lluvia golpeando contra mi ventana, que se encontraba exactamente al lado de mi mullida cama. Lentamente abrí los ojos, sintiéndolos pesados e hinchados y ligeramente pegajosos. Sentía que recaían y volvía abrirlos; estuve de ese modo aproximadamente cinco minutos.

Me estiré, como queriendo que mi cuerpo desencajara en su totalidad y luego me senté en la cama. Una vez más, estaba ocurriendo. ¿A qué me refiero? Te preguntás seguramente, pues te explico. Mis padres están discutiendo nuevamente, pero descuida, ya me acostumbré a ello; es algo cotidiano ya.

Salté de mi cama y me posicioné frente al espejo que se encuentra en mi habitación. Me coloqué de perfil y levanté la remera de mi pijama, asomando mi mano a mi abdomen y palpando casi con culpa lo plano que se encontraba el mismo con la yema de mis dedos. Hace días que no como, y no es que tuviera problemas alimenticios, es solo que las constantes riñas me provocan pérdida del apetito, y por más de que sienta la necesidad de llevarme algo delicioso a la boca , hay algo dentro de mi que me lo impide y entonces no lo hago.

Muchas veces me pregunto a mi misma si mis padres se darán cuenta de lo mucho que sus peleas me afectan. Porque sí, tengo problemas emocionales y sí, me corto a mi misma, me rasguño, me menosprecio, me tiro abajo por cada vez que tengo la oportunidad (es decir, casi siempre), pero luego… luego me doy cuenta de que en realidad no les importo, y es entonces cuando exhalo profundamente el aire contenido en mis pulmones mientas susurro: "Sos un cero a la izquierda en este planeta…."

Se escuchó un trueno, muchísimo más fuerte que todos los anteriores que se habían oído, y entonces de ese modo, detuve mi profundo pensamiento para así vestirme. A continuación, abandoné mi recámara y me encaminé hacia las escaleras, bajando las mismas y arribando a la cocina con un semblante serio, tratando de hacer oídos sordos a las riñas paternas y maternas. No desayuné, no tenía hambre. Oh bueno, un día más, un día menos sin comer, ¿qué gran diferencia habrá? Mi cuerpo ya está arruinado, no hay nada que pueda hacerlo ver más horrible de lo que ya está.

Tomé mi paraguas del pasillo, me coloqué un abrigo y salí a la calle. No, mis padres no se dieron cuenta. Me encantan los días como estos, siento que por cada gota que hace contacto con mi piel es una señal del cielo llorando a mi lado; hace que no me sienta sola.

Miré para ambos lados de una gran calle que transitaba; no venía nadie. Me coloqué bien en el medio de la misma y solté mi paraguas, que cayó a un lado mío y se cerró con el pequeño golpe que recibió. Abrí mis brazos cual ave que va a volar y elevé mi frente hacia el cielo, cerrando mis ojos y dejando que las gotas me empaparan y escurrieran por mi piel.

En ese instante me puse a pensar, y pensé en cómo sería mi vida sin todo este desastre, pensé en cómo se sentiría la calidez de un abrazo verdadero, pensé en cómo sería sentirse amado o amar alguien, pensé en que tal vez algún día podría vivir una realidad distinta. Era el sueño perfecto. Pero no era nada más que eso; un sueño que se que nunca se volverá realidad.